El estudio de los principios de las leyes de Dios me ha ayudado mucho a identificar los puntos en los que estoy en oposición a Dios y que, consecuentemente, provocan impedimentos en mi relación con Él/Ella y la necesidad de compensación.
La analogía que se me ocurre es nuestra relación con otras personas. Cuando alimentamos o nos involucramos en situaciones que dañan una relación, como mentir, traicionar, ser agresivos, fomentar adicciones o actuar de manera irresponsable, terminamos levantando muros entre nosotros y la otra persona.
Aunque creamos mantener una conexión sincera con esa persona, en esas condiciones no existe una relación genuina. Hay interacciones, sí, pero estas son destructivas y de ninguna manera contribuyen a establecer una relación. Hoy entiendo que una relación se establece en la presencia de principios, no de sentimientos o emociones. Y hay una buena razón para ello, como comentaré más adelante.
Esos mismos principios existen en nuestra relación con Dios. La única diferencia es que Dios es y siempre será el portador de la autoridad o gobernanza absoluta; jerárquicamente, siempre seremos criaturas de Él/Ella, lo cual no ocurre en ninguna otra relación.
Entiendo entonces que, para realmente comprender si estoy viviendo una relación con Dios, es esencial primero aprender qué significa tener una relación con Dios y cuáles son los principios subyacentes a esa relación. Los principios de Dios me sirven como una guía en este proceso, porque el amor sigue leyes y principios específicos, y, si no los estoy obedeciendo, Dios no puede concederme Su amor, ya que hacerlo reforzaría mis errores o desviaciones de los principios. El flujo del amor de Dios depende de mi sinceridad en cuanto a la obediencia a los principios.
Es interesante notar que los principios no son conceptos abstractos o arbitrarios, sino que forman parte de la naturaleza y personalidad de Dios. Vale la pena detenerse por unos instantes para sentir lo que esto significa… Cuando pienso en ello, me siento al borde de algo tan inmenso y, al mismo tiempo, tan accesible que me conmueve profundamente. Los principios me acercan a la naturaleza y a la personalidad de Dios, es decir, al propio Dios.
Conocer los principios expone las áreas de mi vida que necesitan atención, lo que facilita dirigir mis recursos hacia el desarrollo de los principios que aún requieren madurez. Esto también corresponde al desarrollo de mi carácter. Empiezo a ver que no hay sinceridad en mi deseo de una relación con Dios cuando mis acciones no reflejan Sus principios. ¿Cómo puedo decir que aspiro sinceramente a tener una relación con Dios si no priorizo la aplicación de Sus principios? Mis actos son un espejo de mi fe, mis creencias y mis aspiraciones.
Fue así como empecé a percibir que, en muchas (si no en todas) de las actividades en las que me involucré en los últimos años, hay aspectos que se oponen a los principios de Dios. Citaré solo algunos ejemplos para ilustrarlo, ya que, con la ayuda de los principios, veo errores en muchas otras prácticas y dimensiones:
Prácticas | Ejemplos de Emoción / Creencia Falsa | Algunos de los Principios Violados |
Tomar suplementos para corregir/mejorar síntomas físicos | Miedo, falta de humildad / Dios creó un cuerpo humano defectuoso, incomprensible | Amor, Verdad, Vida, Economía, Función, Desarrollo, Redención, Compensación, Responsabilidad, Gobernanza |
Ayudar a otras personas a exponer sus sentimientos/emociones; prácticas grupales dirigidas a experimentar emociones con miras al autodesarrollo | Arrogancia / Dios creó un ser incapaz de autorregularse o de conocerse de forma autónoma | Amor, Verdad, Responsabilidad, Gobernanza, Desarrollo, Economía, Función, Redención, Voluntad, Deseo |
Uso de sustancias o prácticas psicoactivas | Arrogancia, falta de humildad / El sistema de regeneración que Dios creó es insuficiente, necesitamos ayudas/técnicas auxiliares | Amor, Verdad, Responsabilidad, Desarrollo, Economía, Función, Redención, Deseo |
Buscar maestros | Desvalorización / Dios necesita intermediarios para comunicarse con Sus Criaturas | Verdad, Economía, Responsabilidad, Deseo, Transformación |
Algunas de estas actividades alimentan la arrogancia al no considerar la gobernanza absoluta de Dios o al creer que Dios necesita de mí para “salvar” o “curar” a Sus hijos(as); otras buscan resultados puramente materiales o espirituales sin considerar el funcionamiento del alma humana; otras crean roles de gobernanza o dependencia hacia otras personas, limitando el desarrollo autónomo; y hay aquellas que buscan resultados sin el correspondiente desarrollo de la capacidad innata que existe dentro de nuestra alma para gobernar los fenómenos que nos afectan.
Es curioso que sintamos bienestar o percibamos beneficios al involucrarnos en prácticas que se oponen a los principios de Dios. Ahí radica el problema, porque no percibimos el daño que se está causando. Nuestros mecanismos de acceso a la realidad están deteriorados o deficientes. A lo largo de mi vida, aprendí y desarrollé tantas capas de resistencia para evitar enfrentar mi verdadero estado de desarrollo y las heridas emocionales dentro de mí, que el mecanismo natural de percepción de la realidad se encuentra dañado.
Tuve un ejemplo físico de este hecho hace un par de años, cuando realicé un proceso de purificación corporal. Al final del tratamiento, mi sentido del gusto había cambiado perceptiblemente. Preparaciones que antes me atraían y que son reconocidamente perjudiciales para la salud me provocaron rechazo y perdieron totalmente su atractivo al final de la purificación. No creía que eso fuera posible hasta que lo experimenté yo misma. Lo mismo sucede con nuestros sistemas emocionales; por eso, sentimos atracción y placer con métodos y técnicas que no son beneficiosos, aunque aparentemente nos hagan “sentir bien” en nuestro estado actual de degradación.
Por eso entiendo que es fundamental que las relaciones se fundamenten en principios, y no solo en emociones o sentimientos. Los principios tienen origen en una fuente infinita y perfecta, que es Dios, mientras nuestras emociones y sentimientos a menudo están en un estado de degradación.
El tiempo dedicado a estas prácticas también me desvió del proceso que Dios creó para nosotros, que es el más eficaz y rápido para la regeneración de nuestra condición inicial de perfección.
Hoy entiendo que cualquier práctica que se oponga a los principios de Dios tiene serias consecuencias, tanto para nosotros como para todos los involucrados, porque enseñan conceptos que se oponen a la Verdad y la Moralidad de Dios. Estas desviaciones crean “deudas” espirituales que deberán ser compensadas. Cuanto más nos involucramos en estas prácticas, más recursos —como tiempo, energía y esfuerzo— serán necesarios para corregir los daños causados por estos deseos y actos en oposición a las leyes y principios de Dios.
Estoy desarrollando un aprecio por la compensación; cada día me gusta más y quiero involucrarme voluntariamente en la reparación de mis errores. Es una oportunidad amorosa que Dios nos da para aprender que tenemos la capacidad y la responsabilidad de corregir nuestras desviaciones. Incluso al recibir el amor de Dios y eliminar las causas de las creencias falsas que nos llevaron a violar Sus principios, la necesidad de compensación permanece; el desorden que creamos debe ser reorganizado por nosotros.
Es como un niño que desordena su habitación dejando juguetes esparcidos por todos lados. Un padre amoroso esperará e incentivará que el propio niño organice el desorden usando los recursos que ya posee en su nivel actual de desarrollo. El padre puede ayudar con lo que el niño aún no es capaz de hacer por sí mismo, pero no hará aquello que ya está dentro de sus posibilidades.
La compensación es una oportunidad de madurez, desarrollo del carácter y alineación con Dios. Si no estoy involucrada en la compensación de mis errores y desviaciones, también es una prueba de que no soy muy sincera en mi deseo de tener una relación con Dios, ya que la compensación es uno de Sus principios.
Desde el momento en que reconocí que estaba actuando en desarmonía con las leyes y principios de Dios, tomé la decisión de reparar y deshacer las creaciones que estaban fuera de ese alineamiento. Eliminé todos los vídeos y publicaciones que había producido anteriormente, descontinué los grupos de estudio y fui transparente sobre mi proceso de cambio con todos los involucrados. Aun así, cometí algunos errores durante ese período, porque no había procesado completamente mis emociones de miedo, ira, decepción y tristeza.
Este blog también forma parte del proceso de reparación, ya que puedo compartir las nuevas comprensiones que voy adquiriendo y corregir informaciones que antes creí correctas. Por eso edito frecuentemente las publicaciones a medida que llego a nuevas comprensiones. Estoy comprometida a usar todos los recursos a mi disposición para corregir los errores del pasado. Tengo fe en que Dios me ayudará en las cuestiones que están más allá de mis capacidades, siempre que mi arrepentimiento sea sincero y que me dedique verdaderamente a entender y transformar las motivaciones que me llevaron a cometerlos.
Hubo una frase de Jesús y Mary que causó un profundo impacto en mí: explicaron que, en el momento de la concepción, es nuestra pureza —o ausencia de pecado— la que nos permite habitar la esfera de la perfección, y no nuestro nivel de amor, ya que, al inicio de la vida, aún no hemos desarrollado ningún amor natural.
Esto significa que lo que nos mantiene atados a niveles tan bajos de degradación y sufrimiento no es, en gran parte, la inmadurez o la falta de desarrollo en el amor, sino nuestros desvíos y pecados. El pecado, que es la desviación de los principios de Dios, actúa como un peso que, si no es eliminado, continuará anclándonos en el estado actual de degradación.
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