Es fascinante cómo un cambio de perspectiva puede hacernos ver que aquello que antes creíamos verdadero era, en realidad, solo una limitación de nuestra visión en ese momento. Aunque en su momento nos pareciera absolutamente cierto, luego nos damos cuenta de que había mucho más por comprender.
Esta ha sido mi experiencia a lo largo del último año. Me di cuenta de que, a pesar de creer sinceramente que estaba siguiendo el camino del amor de Dios, en realidad, solo estaba dentro de los límites de mi propia comprensión en ese momento. Fue un impacto, pero también un descubrimiento liberador.
Esto me recuerda la “Parábola de los Ciegos y el Elefante”, que sugiere que la verdad es solo una cuestión de perspectiva individual. Pero hay un detalle en esta historia que nunca he visto comentado: quien cuenta la parábola sabe que hay un elefante, es decir, reconoce la existencia de una verdad absoluta. Y nosotros, al escuchar la historia, también podemos concebir la idea del elefante completo. Sin embargo, la enseñanza de la parábola nos dice que esa verdad absoluta es inalcanzable y que lo único que tenemos son visiones parciales. Para mí, esto indica que quien creó la parábola no tenía en ese momento una relación con Dios.
Hoy entiendo que esta afirmación solo tiene sentido cuando buscamos el conocimiento y el desarrollo por nuestros propios medios, sin una relación con Dios, tal como yo lo hacía. Al confiar únicamente en los dones que ya me habían sido dados, terminé limitada a mi propia perspectiva. Ahora comprendo que, cuando nos conectamos con Dios, Él/Ella nos regala la verdad absoluta, dentro de nuestra capacidad de comprensión en ese momento, por supuesto, pero de una manera mucho más profunda y transformadora que cualquier aprendizaje que podamos adquirir por nuestra cuenta.
La clave, ahora lo veo, está en desarrollar esta relación con Dios, no en teoría, sino en la práctica, en lo concreto. Entiendo que todos hemos sido dotados tanto de la Conciencia como del Espíritu Santo, siendo la Conciencia un canal a través del cual recibimos la verdad y el Espíritu Santo un canal a través del cual recibimos el amor de Dios.
Aunque no lo percibamos, la Conciencia siempre está presente y puede activarse con cualquier deseo sincero de conocer la verdad. Sin embargo, recibir información de alguien no significa necesariamente tener una relación con esa persona. De la misma manera, conocer la verdad no es lo mismo que tener una relación con Él/Ella, ni recibir Su Verdad/Amor Divinos.
Una relación requiere más de nosotros—requiere un deseo genuino de amar, en este caso, a Dios, y de recibir Su amor. Solo este deseo sincero puede activar el Espíritu Santo y abrir el corazón a una experiencia mucho más profunda que simplemente recibir la verdad como información, incluso si esa verdad proviene del mismo Dios a través de la Conciencia.
“Todos pueden tener esa Esencia (de la verdad) y en gran abundancia. Algunos quizás nunca tengan la Esencia de la Verdad Divina; sin embargo, ningún hombre quedará sin la esencia de la Verdad que lleva al hombre perfecto.” Mensajes via James E. Padgett.
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