La compensación asegura que los seres humanos sean recompensados o corregidos según cómo ejercen su autorresponsabilidad, tal como lo describen los principios espirituales. Es un principio amoroso, como todo lo que proviene de la personalidad y naturaleza de Dios.
La compensación puede traer alegría o dolor, dependiendo de la causa que la provocó. Es natural sentir el dolor que resulta de desviarnos de los principios de Dios; esto ocurre porque ese dolor tiene una función. Actúa como un mecanismo de retroalimentación que nos muestra que necesitamos corregir nuestras acciones, pensamientos o sentimientos. Este mecanismo y los dolores que puede provocar merecen nuestra más profunda gratitud e incluso alegría.
Sin embargo, lo mismo no se aplica al dolor causado por actos voluntarios de otras personas. Hoy, una amiga escribió algo que siento que es muy verdadero. Ella dijo: “La idea de agradecer el crecimiento provocado por quienes nos hicieron daño es tan tóxica como querer estar feliz las 24 horas del día.”
La primera parte de la frase refleja la creencia de que es el sufrimiento lo que nos hace crecer, lo cual no es cierto; el desarrollo es un principio innato del alma humana. No importa el punto de partida, ya sea en las profundidades más oscuras del infierno o en los mundos celestiales más elevados, siempre podemos alcanzar un estado mejor, siempre que lo deseemos. Es el deseo y la capacidad de desarrollo lo que promueven el crecimiento o la mejora, y no el sufrimiento. La segunda parte habla sobre la falta de humildad que nos lleva a querer anestesiar o negar el dolor de la compensación.
No todos los dolores son iguales, y no todos los dolores deben ser agradecidos.
He estado reflexionando sobre esto en los últimos meses, en conexión con otro concepto similar: la idea de que atraemos lo que necesitamos para crecer, o la llamada ley de la atracción. Me doy cuenta de cómo, muchas veces, usamos esta idea para aceptar situaciones inaceptables o justificar las acciones de otros hacia nosotros, diciendo que las atraemos. Sí, es posible que nuestras heridas atraigan personas y situaciones con heridas complementarias, pero el abuso de esas heridas es responsabilidad exclusiva de quien lo comete.
Puedo tener muchas heridas, pero una persona amorosa jamás se aprovecharía de ellas. Por el contrario, una persona ética y moral me ayudaría a reconocer esas heridas y, de ninguna manera, respondería a ellas o a mis vicios.
También hay algo más que solo he comenzado a comprender recientemente: podemos no tener ninguna herida y aun así sufrir abusos de otras personas. Esto sucede porque, en su libre albedrío y su bajo desarrollo emocional o moral, esas personas pueden hacernos daño. En el mundo espiritual, las personas están separadas según su nivel de amor, pero esto no sucede aquí en la Tierra. Aquí, las personas amorosas pueden ser abusadas por aquellas con un carácter menos desarrollado.
En tales casos, la justicia de Diós le asigna una compensación negativa a quienes infligen daño voluntariamente, mientras que una compensación positiva se otorga a quienes fueron heridos.
No todos los dolores aparentes representan degradación. En este contexto, quienes fueron heridos o abusados merecen mérito para mayores retribuciones positivas y más amor.
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